Repiten
hasta la saciedad
que lo peor ha pasado, que hemos superado la crisis y que, por fin,
ya vivimos una época de recuperación.
Sin
embargo, la realidad es que el plan
para
el de
desmantelamiento de lo público, la precarización y el
empobrecimiento masivo de
la población sigue
avanzando. Para
que ese plan funcione el entretenimiento es necesario.
Y
mientras ese entretenimiento funciona (porque funciona), el recorte
estimado en sanidad (por ejemplo) para este próximo año alcanza
límites históricos. La
estimación que el Gobierno ha hecho llegar a Bruselas, como parte de
su Programa de Estabilidad para el periodo 2017-20202,
propone una inversión en sanidad del 5,95% del PIB para
el 2018.
En
2011, en
plena
época de “crisis”, la inversión pública era del 6,47%.
Los
datos que
arroja el dicho
Programa
son
claros:
una disminución progresiva de la inversión pública hasta el 2020,
año en el cual la estimación ya se
sitúa en el
5,57% del PIB.
Mientras
tanto también, el porcentaje de ese gasto sanitario que se
transfiere a centros privados se incrementa año tras año. Mientras
se
perpetua el despojo de la sanidad pública,
se empuja a los sectores sociales, que aún conservan cierta
capacidad de compra, hacia seguros sanitarios
privados para intentar evitar las pavorosas listas de
espera que se están desbordando en todos los territorio (la
contratación de seguros privados por demoras en la sanidad pública
creció un 4% el año pasado en Aragón).
A
los
que carecemos de esa capacidad de compra, tan solo nos queda (des)
esperar.