Existen
demasiadas incógnitas sobre el surgimiento del Covid19. Entre ellas, cuándo y dónde
surgió el caso 0. Quizás, nunca las despejaremos del todo. Sin embargo, si algo
nos ofrece la situación provocada por la crisis del coronavirus, es la
oportunidad de reflexionar acerca de la necesidad de una férrea defensa de una
sanidad pública de calidad.
Durante todos estos años se ha
alertado sobre el proceso de privatización que estaba sufriendo la sanidad.
Además, ahora el foco principal se centra en una de las sanidades más
maltrechas del estado, la madrileña. Una sanidad mutilada por las privatizaciones
que ahora se encuentra al borde del colapso: trabajadores dejándose la piel y
arriesgando sus vidas debido a los recortes de plantillas y a la falta de
material de protección. Esto ha provocado el contagio de centenares de ellos,
con lo que ello implica para el funcionamiento del sistema. En las urgencias de
muchos centros, sobrepasados por la situación, no hay posibilidad de separación
entre pacientes respiratorios y no respiratorios, lo que convierte las salas de
espera en potenciales focos de transmisión. Entre tanto, desde las Gerencias
Sanitarias se envían instrucciones indicando que la obligación de los
profesionales sanitarios y no sanitarios es atender a todos los pacientes y de
mantener la limpieza, restauración…Pero, lo cierto, es que no se dispone de los
medios de protección adecuados, contrariamente a lo que dictan las
recomendaciones más básicas de salud pública y el sentido común.
En Madrid, algunos médicos,
personal sanitario o no sanitario, con síntomas, están aislados en sus casas.
Otros, con o sin síntomas, pero en contacto con pacientes positivos, siguen
trabajando con los pocos medios existentes. En muchas ocasiones no hay pruebas
de detección para ellos, a pesar de su incidencia en la diseminación de la
enfermedad. Mientras tanto, para quien sí hay pruebas, es para los políticos de
todo signo: Claro, ellos tienen que garantizar el interés general y deben ser
testados los primeros.
Vayámonos haciendo a la idea de
que lo que está ocurriendo en Madrid es muy posible que nos llegue también
aquí. En Aragón, los profesionales se quejan de que tampoco se les están
haciendo las pruebas de detección y, hasta hace dos días, cuando se les
proporcionó un “plan de actuación” nada detallado, la información había sido
nula. La falta de personal que ya la sufrimos desde hace tiempo la pagaremos
ahora muy cara (recordemos, por ejemplo, las denuncias por la no reposición de
los cientos de plazas por jubilación forzosa). Se han establecido “comités de
urgencia” y los equipos de protección de cada centro se han centralizado para
ir siendo suministrados según se necesite. Se dice que los suministros de
material están garantizados, pero tendremos oportunidad de comprobarlo. Por
ahora, el personal considerado “no sanitario” como es el servicio de limpieza,
que es esencial en los centros (como hemos advertido mil veces) pero ya está
privatizado, tiene que batallarse los equipos de protección porque su empresa
(CLECE, del “imperio Florentino”) se desentiende de la seguridad de sus
trabajadoras.
Hoy, como siempre que hay una
crisis que no hemos creado, gobiernos y autoridades solicitan comprensión y
responsabilidad a la población. La que ellos no tuvieron cuando firmaron las
leyes privatizadoras, los despidos de miles de trabajadores del sector o la
amortización de las plazas de los que se jubilaban. Sí, esos mismos que recortaron
por miles las camas hospitalarias de los centros públicos para abrir hospitales
privados. Así nos dejaron un sistema de salud en mínimos, incluidos servicios
especializados y de urgencias, con menos capacidad para dar respuesta eficiente
a una enfermedad de estas características que hace 15 años. Nosotros repetíamos
que la salud nunca puede ser un negocio y los gestores se reían. Hoy no se ríe
nadie, porque hoy recogemos los frutos.
En este momento no debemos
olvidar que a la mortalidad directa de los pacientes que fallezcan por el
Covid19, habrá que sumar la indirecta: todos aquellos que pueden estar muriendo
por falta de respuesta a tiempo del sistema sanitario, que en algunos puntos
del estado está colapsando. Infartos, ictus, accidentes, ... no están siendo
atendidos en algunos centros, con la premura adecuada. El sistema no da más de
sí, y el minado provocado desde hace dos décadas por el proceso privatizador
deja ahora sus dramáticas consecuencias.
Mientras, los expertos debaten
qué hacer. Pero, a falta de vacuna o tratamiento farmacológico, parece que
quedan pocas medidas -aunque muy básicas- que podemos hacer todos: mantener la
calma, extremar el aislamiento domiciliario, aplicar una higiene lo más
estricta posible y proteger a los más susceptibles de morir: ancianos y
pacientes crónicos.
Por último, los trabajadores/as
del sector sanitario no solo necesitan que les den las gracias por realizar su
trabajo. Hay que ir más allá. Lo que necesitan - lo que necesitamos todos - cuando
salgamos de esta crisis, es algo que los políticos y empresarios no están
dispuestos a hacer: Derogar la ley 15/97 y todas las normas que han
legitimado la privatización y el desmantelamiento del sistema de salud, el
rescate de los centros sanitarios privatizados y mantener la sanidad pública al
margen del lucro. Y esto sólo se logrará con organización y con
movilizaciones masivas y contundentes. Nos va la vida en ello.
El coronavirus
mata, la privatización también.
Plataforma
Contra la Privatización de la Sanidad en Aragón.