Derivada
de la situación de alarma producida por el COVID-19, ha surgido de nuevo la
gran pregunta: ¿sanidad pública universal y gratuita? Y una respuesta
clara: SI. La lucha que se ha estado llevando por colectivos y plataformas
desde que se aprobó la ley 15/97, no estaba siendo escuchada y acompañada
por la mayoría de la población del estado español. Ha tenido que llegar una
pandemia a nivel mundial, para darnos cuenta que, sin una fuerte
organización social y una eficiente gestión e inversión pública a nivel
socio-sanitario no es posible ofrecer dignidad de cuidados a la población
que así los demanda y además los paga. Se ha constatado una vez más que: los recortes,
privatizaciones-externalizaciones y la gestión público-privada carece de
sentido y, sobre todo de humanidad.
Ahora
bien, durante esta emergencia global ha quedado demostrado también el sin
sentido, el despropósito y la negligencia por parte de los gestores de los
centros residenciales, del gobierno y de las comunidades autonómicas. La falta
de una repuesta de calidad con nuestros mayores, ha derivado en que los centros
residenciales hayan sido un campo de exterminio para la tercera edad. Debido
sobre todo a la falta de medios de protección, la infradotación económica que
existe en la mayoría de residencias, el bajo ratio profesional/residente, la
carencia de formación constante a los profesionales y la falta de actualización
de material geriátrico.
Cuando
hablamos de gestión e inversión pública a nivel socio-sanitario no sólo estamos
hablando de centros de atención primaria, especialistas, centros públicos de I+D+i,
hospitales generales y universitarios, residencias y servicios de ayuda a
domicilio conlleven una importante inyección de dinero público. Estamos
exigiendo que esa gestión, además, no sea otro instrumento estatal de
burocratización funcionarial y genere algún tipo de “establishment” entre el
sector sanitario y el resto de la población. La gestión de servicios
socio-sanitarios debe de estar integrada por los profesionales, pacientes y
ciudadanos que puedan aportar y auditar para mejorar el uso del mismo.
Mientras
sigamos considerando la gestión empresarial por encima de la dignidad humana,
sigamos entendiendo que de todo se puede hacer un negocio, no nos demos cuenta
de que la economía no es un ente “todopoderoso” en sí mismo y continuemos
anteponiéndola sobre la razón humana no avanzaremos como sociedad y estos
problemas serán cíclicos y no tendrán solución.
Por
eso, entendemos que este sistema capitalista es un despropósito para poder
tener una vida digna. Desde que nacemos nos convierte en consumidores. Durante
la edad adulta, pasamos a ser productores/consumidores y al envejecer, el mismo
sistema te considera como un estorbo y te aparta al ostracismo más sibilino.
Después de haber estado toda la vida “esclavizado” del trabajo y sin un sentido
vital humano, el capitalismo te sigue sangrando, teniendo que pagar una privatización
que a día de hoy ha resultado inoperante.
Exigimos
a los gobernantes y a los poderes económicos un cambio de concepto radical con
respecto a las personas mayores:
•
Investigación y transparencia ante los posibles casos de negligencia y maltrato
en las residencias durante la pandemia del covid-19. Cierre inmediato de
aquellas que hayan incurrido en incumplimiento y devolución del dinero público
recibido.
•
Servicios socio-sanitarios 100% públicos. Eliminación de los conciertos,
subvenciones públicas, “gestión indirecta” de los centros, así como de
cualquier tipo de mecanismo de colaboración público-privada. Nunca más dinero
público para el negocio privado
•
Centros residenciales públicos y de calidad, con personal y gestión pública
100%.
•Derecho
a una plaza en residencia pública asequible para todas las personas.
Dejemos de hablar de déficit socio-sanitario: ni la salud ni los cuidados pueden ser entendidos en términos de negocio sino como derechos fundamentales que garanticen una vida digna.
Dejemos de hablar de déficit socio-sanitario: ni la salud ni los cuidados pueden ser entendidos en términos de negocio sino como derechos fundamentales que garanticen una vida digna.
¡Los seres humanos no somos mercancía!
¡La privatización mata!